La pregunta que llevó a Alé Huentén a descubrir su identidad Mapuche. Oriundo de la localidad de Loncopué, se fue de su ciudad natal a los 18 años y tras darse cuenta de sus raíces volvió a militar por sus derechos.
Por Angela Moriconi

Alé Huentén tiene 30 años y es oriundo de la localidad de Loncopué. Creció sin tener presente sus raíces hasta que a los 18 años decidió irse a estudiar la carrera de Filosofía a Neuquén. A partir de ese momento, sus pensamientos comenzaron a cambiar debido a que esa ciencia le abrió un campo muy grande sobre la percepción, sobre la conciencia y de esa manera pudo ampliar su mirada.
Comenzó a replantearse cosas de su vida y su identidad, y es ahí cuando se hizoe una simple pero significativa pregunta: ¿Quién soy? “Así fue como me empecé a dar cuenta de que mi abuela y abuelo eran mapuches, de que todos los linajes de mi mamá eran mapuches, de que mi apellido es mapuche. Incluso Loncopué tiene nombre mapuche y yo dije, entonces tengo que ser Mapuche”.
Si bien Loncopué está ubicado en territorio Mapuche, la mayor parte de su extensión está ocupada actualmente por estancias de propietarios extranjeros. Hay comunidades originarias, pero muy pocas, y que por mucho tiempo ocultaron o no transmitieron sus creencias por miedo, vergüenza, pérdida natural o dispersión de su población. Así se fue perdiendo la cultura y la lengua. Como consecuencia, existen muchos jóvenes, como Alé, que descubrieron sus raíces ya adultos, o incluso algunos que nunca lo hicieron.
Alé comentó que, cuando se fue dando cuenta de su identidad, comenzó a involucrarse y aprender más sobre el tema. Inició sus estudios sobre su idioma nativo (mapuzugun) en la ciudad de Neuquén con una chica que le enseñó no sólo idioma si no también aspectos antiguos sobre su cultura. Además, aprendió con hablantes de su región, en ceremonias y en actividades propias de la comunidad. Así aprendió lo que es ser Mapuche y empezó a crecer bajo esa identidad.

Ser mapuche es ser con la tierra, y según Alé, significa ser con todo lo que tiene la tierra: todo lo que se encuentra en ella es fuente de vida y ser con todas esas vidas, identificar cada una de ellas y agradecerles. Sobre esta convicción fue adentrándose cada vez más en el tema y se dio cuenta de que la Filosofía ya no le interesaba tanto: “Me gustaba porque me sorprendía siempre con cosas nuevas, pero cuando comprendí lo Mapuche, la Filosofía fue aburrida” afirmó.
Fue entonces cuando decidió dejar la ciudad y volver a su pueblo a seguir aprendiendo sobre sus raíces y cultura. Actualmente reside en Campana Mahuida, un paraje cercano a Loncopué, y participa principalmente de ceremonias ( Wiñoy Xipantu y Nguillatun) y de juegos (palín, línao). Afirma que dentro de las actividades hay muchos valores por eso las disfruta tanto.
Además, enseña mapuzugun a personas que quieran aprender fuera de las ceremonias. También participa de las actividades convocadas por escuelas y otras instituciones locales, aunque afirma que son muy pocas: “Por lo general sólo nos llaman el 12 de octubre, pero nosotros vamos igual porque hay gente y niños que quieren aprender”.
Desde su lugar en el mundo, desde su territorio, Alé milita por la reivindicación de su pueblo y exige que haya espacios dentro de la localidad y de las instituciones. No está solo, y junto a un grupo de personas que piensa como él, no se queda de brazos cruzados cuando no obtienen respuestas, sino que buscan crear sus propios espacios y asegura, con esperanza: “vamos cada vez mejor”.