Más allá de la mirada occidental

En una charla con Nadia Paris, militante por los Derechos Humanos que se reconoce mapuche, intentamos responder a preguntas como: ¿Qué significa ser mapuche? ¿Cómo se vive en un mundo culturalmente occidental? y ¿Qué problemas atraviesa una persona que se identifica mapuche?

Por Florencia Cerda y Joaquín Hernández

Foto del sitio de Antena Libre

Son muchos los estudios, incluso parte del pueblo mapuche, implicados en el estudio sobre cómo se construye la identidad mapuche y cómo la llevan adelante en sus vidas cotidianas en ciudades atravesadas por una cultura occidental. Han concluido que su identidad se expresa a partir de 4 formas: la tierra, su religión (espiritualidad), su lengua (mapuzugun) y los ritos que realizan. 

Según Nadia Paris, comunicadora popular y militante por los derechos humanos, ser mapuche es, en principio, “abstraerse de la cosmovisión occidental”. Plantea que su generación creció arraigada a una visión eurocentrista respecto a los pueblos originarios sobre quienes se construye una imagen demonizante y deshumanizante. De la misma manera podemos destacar que los medios de comunicación son parte de esta problemática haciendo la “vista gorda» e incluso reproduciendo estos estereotipos.

Paris considera que para separarse de la lógica occidental es necesaria una reconexión espiritual con la madre tierra. Así, comprende “que cada elemento que está en la naturaleza tiene su fuerza, tiene su espíritu protector”. La espiritualidad, también, tiene una alta relevancia en la salud y la salud mental de los mapuches y no comprender esta cuestión “ es muy malo para nuestro propio ser”. 

Del mismo modo, relata desde su experiencia personal que su identidad surgió a partir de una necesidad de reacomodar el orden de su vida reconociendo la importancia de la espiritualidad para la identificación mapuche. “De a poco uno fue llegando a estos conocimientos que siempre estuvieron pero que permanecieron con mucho celo de ser convidados, de ser compartidos, con mucho temor”.

Un mapuche en la ciudad

Los ritos y la conexión con la tierra se vuelven difíciles de llevar a cabo con una rutina en la ciudad. La inmediatez y la vida atropellada de la metrópolis modifican en cierto punto las costumbres mapuches. “Nosotros nos manejamos con un horario en los que uno puede trabajar y estar rodeado de buenas energías, sin tener accidentes y sin que esto nos genere golpes espirituales que nos debiliten”, explica París. La vida en comunidad se rige por las fuerzas que funcionan en distintos horarios del día y favorecen al che (personas), pero no se ajustan para nada a los horarios laborales de la vida en la ciudad. 

Asimismo, sostiene que “en la ciudad se hace muy difícil estar en ese reparo (espiritual) todo el tiempo, y en comunicación  con las energías (con el agua, con la tierra): pidiendo permiso, volviendo a la tierra. Yo por ejemplo hago huertas hace un  montón de años pero es re difícil laburar todos los días y sostenerla”. 

Ante las imposiciones del estado al desarraigo de la cultura mapuche, algunos adultos mayores tomaron la decisión de enfrentarlos a través de mantener sus ritos y su lengua en los espacios privados. De esta manera, evitaron una pérdida total. Gracias a este esfuerzo, los jóvenes hoy lograron imponer espacios de encuentro que mantengan cada vez más viva su identidad a partir de la formación de los saberes comunes, de compartir sus costumbres y conversar en su lengua.

Aunque se han realizado avances en la apropiación y la resignificación de la cultura y la identidad mapuche, todavía hay jóvenes que se sienten criticados y cuestionados. Acerca de esto, Paris expresa que existe  una vergüenza sobre el reconocerse mapuche porque “ser “indio” y con esa forma peyorativa de nombrarlo, no es algo para sentirse orgulloso”. También afirma que en algún momento empezó su proceso de identificación, “primero sintiendo vergüenza en esto de no animarme a decir “sí, soy mapuche”, tengo una mezcla de sangre, claro que tengo una mezcla de sangre, pero tengo sangre mapuche de mis antepasados de este territorio y esa sangre se manifiesta”.

Palabras raras y un «pedacito» de tierra

El mapuzugun es la lengua originaria del pueblo mapuche, se trata de un idioma que no tiene una versión escrita por lo que se transmite a través de la enseñanza de los mayores y del diálogo con otros mapuches. Por mucho tiempo se creyó que era una lengua perdida debido al genocidio causado por las mal llamadas “Campañas del desierto”, y a la persecución hacia aquellos que seguian usando su lengua madre. 

Sin embargo, esto no fue así: “estos últimos años empezaron a surgir un montón de jóvenes de todos los territorios (norte, sur, alto valle) que sus abuelos les han enseñado la lengua, la han conservado y de repente comenzaron a asumir un rol de kimelfe (docente) y dando a conocer la lengua. (…) y hoy hay un montón de lamngen (hermana) que dan taller de mapudungun inicial”, explica Paris.

De la misma manera, continúa diciendo que: “La gran mayoría de los que dan (los talleres) es porque en su familia nunca se perdió la lengua y porque la tienen  incorporada desde muy pequeños, y (porque también) han incorporado técnicas para enseñarla. Por eso se usan grafemarios, que ayudan a generar una fonética más adecuada”. A pesar de que “hay muchas escuelas que no son bilingües”, hay recursos para que aquellos niños identificados mapuches puedan trabajar con los docentes y resulta enriquecedor, también para que otros niños aprendan de otra cultura. “Hay una diferencia muy grande en esto que están viviendo las infancias al día de hoy” no solo para la cuestión de la lengua, sino también con las luchas por la recuperación del territorio ancestral, una situación conflictiva en los últimos años. 

El territorio es un aspecto muy importante para la cultura mapuche, su conexión con la naturaleza y la madre tierra se relaciona estrechamente con su espiritualidad. Sus ritos y costumbres se realizan en contacto con la tierra, sus alimentos son fruto de la tierra e incluso, el agua del río con la que se hidratan es parte de esta. Hay un respeto inconmensurable con esta fuerza que rige sus vidas, cuya conexión se ha visto violentada en los últimos años y puesta en la escena de lucha.

Así, Paris señala que “en el lado de Río Negro hace 5-6 años se empezó a ordenar una situación fiscal de lo que pasaba en los territorios, donde se empezó a acompañar estos procesos de recuperación”. Sin embargo, marca la diferencia con el lado neuquino donde: “la sede de  La Confederación Mapuche repudia estos procesos de recuperación territorial, repudia la represión, pero tampoco le parece lícito que existan lamien que se conformen en comunidad y que levanten un proceso espiritual en un territorio que ha sido apropiado por privados o por el propio estado”. Y concluye diciendo que esto “dificulta mucho la idea de que si uno se reivindica mapuche por un fetiche o por si hay un mensaje que dar”.

La idea de volver al territorio ancestral proviene de un pedido de la gente mayor quienes creen que es una parte fundamental para la reconstrucción de su identidad. El agotamiento de los bienes comunes naturales y la devastación de los territorios, “nos posicionó mucho en la situación de decir: realmente tenemos que  fortalecernos de nuestra identidad mapuche para poder generar una defensa de territorio como corresponde”, amplia Paris.

De tal modo, las comunidades mapuches no se apropian del territorio para hacerse de un paraíso, sino que reciben con brazos abiertos a otros pueblos y comunidades. Paris explica que se les encomendó “salir a poner una palabra acerca de la situación para responder a los ataques que recibe el pueblo y la imagen que se genera sobre este”. Además, sugiere que para evitar una reproducción de estereotipos es necesario sacar la imagen mística hacia el pueblo mapuche, y no faltar el respeto hacia su espiritualidad. Estas prácticas ayudan a pensar acerca del sesgo racista del ser argentino y no dejarse llevar por el estereotipo de que son “indios hippies”. 

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