Por Irina Cicchitti.
En cada una de sus palabras, Catalina deja claro que su paso por la universidad fue mucho más que una etapa académica. Fue el lugar donde descubrió quién era, donde encontró las herramientas para transformar la realidad y donde, sobre todo, entendió que el conocimiento es siempre más valioso cuando se comparte. Para ella, la comunicación es una herramienta de lucha, de transformación, de encuentro. Es el puente entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser.
La carrera le permitió ver lo polisémica que es la Comunicación y la cantidad de espacios en los que se la puede pensar. “Para mí les comunicadores somos les grandes robadores; desde que se creó somos chorros porque le estamos mirando los campos a todas las ciencias, viendo siempre qué podemos recuperar” comenta entre risas, pero con una claridad que da cuenta de su amor por lo que hace.
No trabaja en medios, pero sí en organizaciones comunitarias donde permanentemente se pone sobre la mesa la cuestión de la comunicación en las organizaciones, en los vínculos y en las luchas. “Doy talleres de vocería y la forma de enunciar, a quién le estamos hablando, también es comunicación y hay un montón de formas, así como también en mis investigaciones la encuentro atravesándolo todo”.
A sus 25 años, Catalina es licenciada en Comunicación Social y becaria de investigación por la Universidad Nacional del Comahue. Se recibió en el año 2022, pero sus estudios no culminaron ahí: hoy en día se está formando en el Profesorado de la misma carrera.
“La elegí porque tenía el erróneo concepto con el que muches entramos: que es sinónimo de periodismo” dice Catalina riendóse. Entró a la carrera con la idea de estudiar para dedicarse a los medios y al finalizar el primer año se dio cuenta de que su espacio estaba en la orientación Gestión y Producción, “ahí encontré otros elementos que me parecían mejores para repensar a la comunicación” afirma.
“Teniendo todo un sistema de universidades público federal, para mi familia, no nos figuraba como una alternativa ir a la privada. Era parte de poner en valor todo este sistema público. No estaba dentro del horizonte, ni siquiera diría de posibilidades” asegura con convicción, como quien defiende algo mucho más grande que una simple elección académica.
Al adentrarse en el ámbito universitario, los discursos que escuchaba se centraban en el sacrificio y en ser un número más entre los estudiantes. Sin embargo, al ingresar a Comunicación Social, se encontró con un horizonte diferente. Ser pocos en la carrera le permitió construir vínculos profundos con sus profesores, quienes la guiaron en su formación. “Vi que todes les docentes ubicaban quiénes eran sus alumnos, que ubicaban cuándo les estudiantes venían con diferentes ánimos, con emociones,” cuenta, reflejando el alivio que sintió al saber que no sería solo una más en la multitud.
Militar en la universidad
La militancia fue un gran pilar en la vida universitaria de ella. En su primer año, 2017, la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (FADECS) atravesaba un conflicto con las trabajadoras de limpieza, y aunque muchos de sus compañeros veían ese problema desde la distancia, para Catalina había algo más en juego. “Cuando una familia no llega a fin de mes y la universidad no da respuestas, las prioridades cambian”, dice con fuerza.
En ese momento, empezó a conectarse con la militancia: mientras el conflicto llegaba a su fin, comenzó a asistir a las asambleas de las trabajadoras y a pensar en la universidad en relación con lo que estaba pasando en el entorno, y articulándolo con esa producción de conocimiento crítico que se veía en la en las materias, viendo qué resonancia tenían en la realidad.
Para 2018 ya tenía un rol muy activo en todas las luchas que se activaron en defensa de la universidad. Formó parte de la Asamblea de Autoconvocados, participó de ollas populares, y cortes en el puente. Estas actividades politizaron muchísimo su vida, “me permitieron ver ese nexo imprescindible que hay entre, justamente, la academia y lo que va sucediendo en las calles y como no se puede pensar una universidad por fuera de ese contexto” reflexiona.
Con emoción, Catalina destaca lo valioso que fue involucrarse en estas luchas, lo que la llevó a militar en el movimiento piquetero del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) y en Marabunta, una de las organizaciones de las trabajadoras de limpieza de la Facultad. Aunque no militaba en esos sectores en ese momento, su cercanía hacía inminente su participación. Ahí decidió que la militancia “era una forma de vida”, no algo que hiciera en su tiempo libre.
Personas que dejan huellas
Hubo muchas personas que marcaron el paso de Catalina por la carrera. Luciana, su amiga y compañera, fue la primera en notar aquel interés a fines del 2017 de ir a las asambleas. Se juntaron para ir a una y ese fue el inicio de un camino de vida completamente compartido y de mucho compañerismo. “Vivimos un montón de tiempos juntas, y gracias a ella también pude hacer cambios en mi forma de ver la vida ideológicamente. Ella me acercó a otras maneras de ver o de interpretar lo que estaba pasando que me sirvieron para poder ir construyendo un propio camino de análisis” cuenta con mucho amor. Hoy en día ambas son compañeras en Marabunta y forman parte del mismo proyecto de investigación.
Además de Luciana, Catalina encontró en sus docentes figuras fundamentales para su formación. Julio Monasterio, su director de tesis en ese momento y quien sigue siendo su director hoy en día es “una de las figuras centrales en este proceso de búsqueda”. Lorena Riffo es otra docente con quien también milita en la actualidad. Ambas son delegadas en Marabunta y son compañeras con una trayectoria que comenzó en el aula , “en Comahue se da esta cercanía, ella es una docente que también me formó muchísimo, que me hizo preguntas y repreguntas que me sirvieron mucho para formarme”.
Al despedirse, no lo hace desde la nostalgia de un tiempo que ya pasó, sino con la convicción de seguir construyendo su futuro. Su camino sigue, con la misma fuerza que la llevó a elegir quedarse en la universidad pública, a defender los derechos de quienes la rodean, y a militar por un futuro donde lo colectivo sea el motor de cada cambio.









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