Por Constansa Ramos
Cuando en el año 2003 Marta Domínguez entró por primera vez al edificio nuevo de la Fadecs, donde se encontraban las aulas en las que cursaba el primer año de Comunicación Social, tenía 40 años. Para muchos, ya tenía su vida resuelta: una carrera como docente y una familia establecida, pero las ganas de seguir formándose y aprendiendo se sobrepusieron a las comodidades de su cotidianidad y estas ganas de seguir creciendo laboral y académicamente, se convirtieron en una experiencia que le abrió los ojos a nuevas realidades, ampliando su visión del mundo. Marta se embarcó en un recorrido de más de 20 años en una carrera que le permitió descubrir otras perspectivas y conectarse con distintas formas de participación social, historia y política.
Ese año, su hijo mayor comenzaba su recorrido universitario, lo que la llevó a pensar en la posibilidad de retomar el propio. Si bien en un principio la intención era estudiar Psicología en Cipolletti, el cierre de las inscripciones antes de que pudiera anotarse, la llevó a probar suerte en la carrera de Comunicación Social. Lo que comenzó como una oportunidad de seguir creciendo.
Durante su primer año como estudiante, sintió el temor y los nervios de adentrarse a un espacio nuevo y compartir con compañeros de clase recién salidos de la escuela secundaria. Sin embargo, logró sentirse acompañada, “ese año éramos un montón, ocupamos el aula grande y éramos mucha gente. Habíamos formado un grupo de 6 o 7 personas de más de 40 años. Leyeron un texto y yo dije ‘que bien que escribe este chico’, y resulta que era una señora de más de 60 años, ¡no sabes lo que escribía!”, recuerda con cariño a la gente que conoció en esos primeros momentos.
La diferencia de edad con el resto de sus compañeros, es un tema que todos los años preocupa a Marta, incluso hoy, al pensar en las materias que le faltan para recibirse, vuelve a preguntarse:“¿Le van a dar bolilla a una vieja de ‘60?”. Pero pese a estos pensamientos, Marta se encuentra con otra realidad dentro de las aulas, ya que los estudiantes de comunicación no solo le dan un espacio, sino que también la ayudan cuando lo necesita. “Últimamente estos grupos fueron excelentes, el contacto que hicimos, y eso que a mí me cuesta por la edad. Pensé que me iba a costar integrarme y todo, yo casi 60 y ellos 20, pero no pasó”, cuenta.
Entre las personas que más la marcaron y acompañaron en su camino por la carrera, además de sus compañeros, Marta menciona a sus profesores, en los cuales encuentra una cualidad especial: la pasión. “Tenés que tener pasión, vos te das cuenta cuando el profesor va a cumplir horario o va a dar clases con pasión. Lucrecia Reta lo tenía por ejemplo, en Semiótica también teníamos a Nelly Sosa, muchos tenían eso: la pasión.
Lucrecia Reta ocupa un lugar en especial en la memoria de Marta, la cual es tan apasionada por las letras y la literatura como su antigua profesora. Rememorando aquellos momentos que la hicieron enamorarse de la carrera, Domínguez recuerda con emoción uno en especial: “Un recuerdo feliz que tengo es cuando hicimos un libro con Lucrecia Reta. Era fanática de lengua y literatura, y a mí me encantaba tener clases con ella porque amaba lengua. Entonces dijo ‘Bueno vamos a hacer un libro’, seleccionamos distintos cuentos que salieron en ese libro y le pusimos “Nadar contra la corriente: Los salmones del aula 33, el nombre del aula en la que cursábamos (…). Ese libro lo publicamos y lo tengo todavía guardadito».
La carrera era diferente a lo que ella había vivido en su primer experiencia en el nivel superior, ya que esta: “te cambia la mirada muchísimo, a mí me abrió mucho más los ojos en especial con cosas que en el instituto de Formación Docente no hacíamos, más desde la participación social, saber historia, política. Todo eso me sirvió mucho.”
La Comunicación Social “Te abre mucho más la mente.”– dice- “Me encantó porque es como que tenés contacto con distintos espacios sociales.”
“Yo creo que si estás estudiando comunicación, la mayoría busca un cambio en la sociedad y después está esto que te decía, creo que todos tienen que tener esa capacidad de querer investigar querer saber más, si no te quedas”, reflexiona al pensar en los estudiantes de comunicación.
Tan difícil como puede resultar empezar una carrera universitaria después de los 30 años, probablemente resulte todavía más difícil continuarla: “De ese grupo de gente grande que empezó conmigo, creo que yo soy la única que continúa. Todos abandonaron”, menciona. De los 21 años que lleva en la carrera, solamente en 5 no cursó ninguna materia. El resto de los 16 años, Marta no dejaba de cursar, de estudiar, de rendir y avanzar. Nunca rindió libre, siempre estuvo presente en cada materia y se presentaba a finales tan pronto como podía, pero no es hasta ahora que reconoce su enorme esfuerzo, “Yo tenía que planificar las clases para mis alumnos, y después tenía mis tres hijos grandes y a la chiquitita, que tendría dos o tres años en ese entonces. Ahora digo, ¿Cómo hice? Miro para atrás y me pregunto cómo hice. Me doy cuenta de que hice bastante sacrificios porque además, cuando empecé todas las materias de primer año, las hice todas ese mismo año.”
Si bien Marta no llegó a ejercer el oficio del comunicador antes de jubilarse como maestra, a pocas materias de recibirse, ya no ve el terminar la carrera como un logro profesional, sino más bien como uno personal: “Nunca pensé en dejar la carrera, a pesar de que hubo años que no fui. Este año estoy pensándolo, porque ahora no voy a trabajar, pero para darle un cierre, me encantaría cerrar un ciclo.”









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