Esos tipos

El otro día subió al colectivo uno de esos tipos que hacen extenso monólogos sobre cómo superaron su problema de adicción con las drogas gracias a un centro de rehabilitación y prevención.

El viajero cotidiano  ya conoce a todos y cada uno de esos individuos. A muchos -sino la mayoría- les molesta su presencia. Lo veo en sus rostros: “aquí viene a manguear el de las peroratas”. Tal vez porque piden dinero, y eso es de bárbaros: el dinero es sólo para la gente trabajadora. O tal vez porque no pagan su pasaje como todos. No lo sé con certeza. Pero es una de las tantas cosas que le molestan al pasajero diario, y tal vez sea porque les agobia tener que viajar en colectivo. Por ello, tal vez, todo les molesta.

A mí no me incomodan. Todo lo contrario, los admiro. Me gusta ver cómo se explayan, su capacidad de oratoria, la profundidad de sus palabras. Y –que me perdonen los moralistas- aunque a veces dudo sobre el destino del dinero que recaudan, siempre que puedo -cuando la economía no me asusta- les ofrezco algo de dinero. Y no porque sepa que es por una buena causa, sino por lo que implica su accionar: sortear el pánico escénico y pararse frente a decenas de semblantes fastidiosos y como derretidos por el estrés, para pedir caridad en un mundo desalmado. Yo, tal vez, no podría.

Me impresiona tanto su manera de hablar que a veces pienso si, además de ser centros de prevención contra las drogas, no dictan en esos lugares talleres de lengua y discurso. Por lo menos desde mi experiencia personal,  a los que oí, todos hablan así, sin titubear, profiriendo discursos bien armados.

Parece que hablan sin comas ni puntos: sin respiro. Y dicen algo así:

Buenas tardes a todos y todas mi nombre es… (Tal o cual) y vengo de la fundación… (Tal  o cual) para pibes y pibas que sufren o han sufrido algún tipo de adicción. Yo viví mucho tiempo sometido a la dependencia de las drogas sumergido en el dolor y la angustia pero gracias a la ayuda de mi familia y amigos y de la fundación…( Tal o cual) pude salir y hoy soy otra persona pude hasta conseguir trabajo por eso vengo a pedirles no caridad sino apoyo para una institución que ayuda a muchos chicos y chicas muchas personas pasan por estos problemas sus hermanos hermanas hijos o hijas pueden estar pasando por esto una mínima colaboración puede ayudar muchísimo a la institución yo en su momento  dejé de ver a mi familia y amigos por las drogas pero hoy soy alguien nuevo…

Siempre se suben en una de las primeras paradas y bajan a las dos o tres siguientes. Son amigos del colectivero de turno, o por lo menos lo conocen bien, porque siempre antes de bajar se apoyan en el respaldo del conductor e intercambian algunas palabras con empatía.

Yo les agradezco, porque siempre que bajan me permito pensar cómo me vería yo en su lugar, qué diría o cómo actuaría. Y eso, a veces, me entretiene todo el arduo tiempo que paso en viaje por los caminos del Alto Valle.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *