La aventura de ir y venir en el colectivo KoKo es algo que no se puede contar fácilmente. Ya que es una odisea que hay que vivirla para contarla.
La vida dentro del KoKo es depende la hora, el lugar, si vas parado o sentado, depende del chofer, de los pasajeros, si vas sólo o acompañado. Y lo más importante, depende de la ruta que tome para llegar a destino.
El viaje a Roca desde Neuquén es algo difícil de manejar, tanto para los pasajeros como para los choferes. La Ruta Nacional 22 no es algo fácil de maniobrar. Lleva tiempo conocer sus mañas y también las mañas de los conductores que la transitan todos los días.
Muchos de los choferes se quejan de la inestabilidad que presenta la Ruta 22 y de los automovilistas, ya que la mayoría produce malas maniobras o circula a altas velocidades sin importar lo que puede llegar a pasar.
Pero muchas veces, los mismos choferes son los que hacen a un lado estos problemas y manejan. Manejan de la misma forma que los conductores de los que ellos se quejan. Manejan como si fueran solos en una vía fácil de transitar, olvidando el ganado que va atrás: los pasajeros. Sí, los pasajeros son los que sufren estás decisiones de ir por la 22 a todo lo que da el Mercedes Benz.
Por un lado, los que están sentados e intentan dormir, por otro, los que están parados y van haciendo equilibrio para no caerse. Y que a la vez sufren algunos momentos desesperantes como por ejemplo ver todo el trayecto que hace el colectivo cuando quiere pasar un vehículo. Mientras sentís que cada vez tenés el auto de enfrente más cerca.
Otra de las maneras de vivir la aventura arriba de un KoKo sobre la Ruta 22 es subirte en horas pico y tardar más de lo normal en llegar a tu destino. Sumándole los cortes de ruta en la 22 o en el puente, que no son un detalle menor.
Muchas cosas pasan dentro del Koko que circula todos los días por la 22. Desde un chofer loco apurado hasta un pasajero que vomita. O si no que alguien robe y tengas que ir a la comisaría a que reciben a todos los pasajeros del colectivo.
Estas y muchas más son las experiencias del colectivo y de la ruta 22 que tranquilamente harían un libro. Pozos que te hacen saltar o desvíos que te hacen tardar. Roces con vehículos que dejan sin respirar y choferes que te hacen enojar.